30 de abril de 2012

Clara Campoamor, feminista y republicana


Clara Campoamor fue una mujer hecha a sí misma, y que tuvo la generosidad de facilitar a otras mujeres que siguieran su propio camino. Hoy la recordamos por su lucha por la igualdad que hoy se mantiene cuando se cumplen cuarenta años de su fallecimiento el 30 de abril de 1972, toda una referencia española en la demanda de una sociedad de hombres y mujeres con los mismos derechos.

La acción y las reflexiones de Clara Campoamor son toda una enseñanza y un estímulo para los que combatimos los techos de cristal a los que todavía hoy se enfrenta la mujer. Clara Campoamor fue abogada de profesión, política española que murió en su exilio suizo. Fue defensora de los derechos de la mujer y principal impulsora del sufragio femenino en España, logrado en 1931 y ejercido por primera vez en 1933.

Pero Clara Campoamor no nació destinada a ser un personaje de los que hacen historia. Abrió los ojos en el popular barrio de Maravillas, en Madrid, el 12 de febrero de 1888, hija de un empleado de un periódico y de una costurera de quien aprendió su primera profesión.

Sube pequeños peldaños en la vida: auxiliar de telégrafos, profesora de taquigrafía, secretaria de un diario… Clara Campoamor debe cada vez menos a sus manos y más a su privilegiada inteligencia, a la que alimentaba en cuanto tenía ocasión. En 1916 ingresaba en el Ateneo de Madrid, todavía un centro intelectual de primer orden, y que sería muy importante en su vida.

En sus ventitantos comenzaba a ser conocida en círculos feministas. Se estaba labrando una carrera que empezaba a ser prometedora. Pero aún tenía que volver atrás para seguir adelante. Su trabajo le impidió terminar el bachillerato y éste le impedía acceder a la universidad, que era un paso exigido para su inteligencia y ambiciones.

Y eso hizo. Con 33 años acude al Instituto Cisneros y, rodeada de púberes, se saca el bachillerato dos años más tarde. En 1924 era ya licenciada en Derecho. Ya tenía despejada su carrera por acelerar la historia y lograr el voto femenino en España. Abre su propio despacho y trabaja para la Academia de Jurisprudencia.

Fue una dictadura la que le robó a la democracia la que estaba llamada a ser una de sus conquistas: el voto femenino. Bien que Miguel Primo de Rivera comandó una “dictablanda” y que el voto se siguió prohibiendo a las prostitutas y a las mujeres casadas.

Llegó la II República, sobre la que se proyectaron infinitas esperanzas de cambio; era como si con la monarquía hubiesen caído todos los frenos, visibles e invisibles, para el progreso social en España. Campoamor vio el cielo, y la historia, abiertos.

En julio de 1931, Camoamor fue llamada a la Comisión Constitucional. El voto no era universal, ya que se concedió a los varones mayores de edad, pero nuestra mujer quería que se extendiese a todos. Y eso incluía a las mujeres. Las izquierdas estaban, con excepciones, en contra, así como el Partido Radical, el de Campoamor. Creían que las mujeres estaban captadas por los curas y por la derecha.

Victoria Kent hizo de punta de lanza contra el voto femenino, pero las intervenciones de la jurista madrileña fueron decisivas para el "sí" final: 161 votos frente a 121 que rechazaban ese derecho a las mujeres. Tal fue la oposición y la inquina que produjeron su éxito, que para explicarlo tituló un libro El voto femenino y yo. Mi pecado mortal. Cometió otros pecados, como luchar por la igualdad legal de los hijos tenidos fuera y dentro del matrimonio, o por el divorcio.

Publicó esta obra en el año 1936, el último de la II República. Clara Campoamor, una mujer liberal y demócrata, observó cómo un sistema democrático era arrasado por los fanatismos a izquierda y derecha.

Hubieran hecho falta miles de hombres y mujeres como ella para que aquello funcionara, pero eran los 30', una década secuestrada por ideas totalitarias, brutalmente opuestas a lo que significaba Campoamor. A aquél fracaso dedicó su libro La revolución española vista por una republicana.

Pasó la guerra en aquél Madrid resistente y revolucionario, y tuvo que irse al exilio tras la contienda civil. Vivió lo suficiente como para ver fracasar la democracia en Argentina, uno de sus países de acogida, pero terminó sus días en Suiza. Una España intransigente y corta de miras no le permitió vivir su madurez en su propio país. Murió en Lausana el 3o de abril de 1972.

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