27 de octubre de 2012

Presupuesto, Huelga, Proceso Constituyente


De Madrilo­nia

” …No hay sal­ida posi­ble a la cri­sis y a la relación deuda/expolio sino es a par­tir de un nuevo marco común de rela­ciones y dere­chos. Es decir, un pro­ceso constituyente…”


No cabe duda, de que el déficit, y con ello la política de aus­teri­dad que se impone para cor­re­gir el supuesto despil­farro de las cuen­tas públi­cas,  ha sido provo­cado por las medi­das de rescate ban­cario (inyec­ciones de dinero público a ban­cos y cajas); los ataques financieros sobre la prima de riesgo (que a su vez ele­van los costes de finan­ciación del Estado); el con­tinuo pro­ceso de con­ver­sión de deuda pri­vada en deuda pública (véase ahora el caso de Bankia), etc.

Tam­poco cabe mucha duda que ha sido la con­niven­cia política lo que ha con­ducido el crash de la bur­buja inmo­bil­iaria, un mod­elo económico ali­men­tado por los dos par­tidos may­ori­tar­ios. Y que la debil­i­dad de las cuen­tas públi­cas tiene tam­bién su raíz en la sub­ven­ción fis­cal a las rentas del cap­i­tal (véase espec­u­la­ti­vas) y las reduc­ciones arbi­trarias de impuestos a las clases altas y empresariales.

Y sin embargo, ninguno de estos males han sido siquiera plantea­dos, ni por los prin­ci­pales par­tidos, ni tam­poco por los grandes medios de comu­ni­cación. Seguimos sin una audi­toría de la deuda y sin prop­ues­tas de liq­uidación, y mucho menos de con­trol democrático, de las cajas en quiebra; seguimos sin ver a los cul­pa­bles de la bur­buja en el ban­quillo; seguimos sin plan­tarnos en Europa exigiendo una trans­for­ma­ción fuerte de la arqui­tec­tura insti­tu­cional de la Unión; seguimos sin mod­elo de crec­imiento alter­na­tivo y sin una reforma fis­cal que per­mita recau­dar más; seguimos recor­tando ser­vi­cios públi­cos, empe­o­rando la vida de los ciu­dadanos y ahogando la poca activi­dad económica existente.

Efec­ti­va­mente, la prop­uesta de pre­supuestos del gob­ierno se cen­tra en recortes del gasto público (sanidad, 22%; edu­cación; 14%; cul­tura, 20%; desem­pleo, 6%), en el pago de una deuda ilegí­tima (1 de cada 4 euros) y en la ausen­cia de prop­ues­tas de nuevos mod­e­los pro­duc­tivos. Y se basan además en predic­ciones mucho más opti­mis­tas que las del resto de insti­tu­ciones de análi­sis económico.

Además, la expe­ri­en­cia de los pre­supuestos pre­sen­ta­dos por el gob­ierno de Rajoy el pasado año nos ofre­cen algu­nas pis­tas sobre lo que podemos esperar de los mis­mos: su incumplimiento.

Tal y como ya hicieron, lo más pre­vis­i­ble es que a lo largo de los próx­i­mos meses se añadan nuevas par­tidas de recortes. Es decir, los pre­supuestos no son ya un mapa sobre ingre­sos y gas­tos, sino que for­man parte de una estrate­gia comu­nica­tiva des­ti­nada a con­fir­mar la pri­or­i­dad del pago de la deuda sobre cualquier otra vari­able pero sin aclarar de qué capaci­dades sociales bási­cas se piensa recortar.

Esta falta de trans­paren­cia se debe en parte a que, tras la reforma con­sti­tu­cional (de PP y PSOE) que ha impuesto el pago de la deuda como pri­or­i­dad máx­ima del Estado y dada la tutela de la Troika sobre la economía del país, las nuevas exi­gen­cias impues­tas por los acree­dores pueden dar una nueva vuelta de tuerca al expo­lio social. Dicho de otro modo, los pre­supuestos son ya una buena medida de la pér­dida de sober­anía y de la capaci­dad de con­trol pre­supues­tario por parte de los Esta­dos en relación a la Troika. O dicho de nuevo de otro modo, los pre­supuestos no son el prob­lema, sino el sín­toma del prob­lema. Y éste no es otro que la propia estruc­tura de poder de una Unión Euro­pea neolib­eral, así como la sum­isión del gob­ierno a las exi­gen­cias de sal­va­mento de la banca privada.

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