Balance de un año de la primavera árabe y la contrarrevolución de las potencias
Las rebeliones árabes encendieron la chispa de la revolución
El 25 Enero de 2011 el pueblo de Egipto tomó la plaza Tahrir y destituyó a su dictador Mubarak. A un año de estos hechos, los pueblos del mundo árabe, Egipto, Túnez, Yemen, Bahrein, siguen en lucha para su emancipación y para el fin de la impunidad.
En este mes se están cumpliendo un año de las distintas rebeliones populares de la primavera árabe, y en el norte de África y Oriente Próximo continúan inmersos en un combate de dimensiones colosales entre los partidarios de una transformación democrática y las fuerzas reaccionarias. Los primeros han conseguido imponerse, de momento, en Túnez, Egipto y Yemen, y afrontan ahora el reto de la consolidación.
Los segundos resisten en otros países y han vencido en las monarquías del golfo donde han aplastado el levantamiento democrático de Bahrein. Una batalla se libra todavía en las montañas de Libia, donde tras la guerra se han organizado ya grupos de resistencia al Consejo Nacional de Transición (CNT) presidido por un ex ministro de Muamar Gadafi.
También se lucha a sangre y fuego en las calles de Siria, donde se mezcla la demanda legítima de democracia, con los oscuros intereses de potencias regionales como Arabia Saudí, entre otras. Pero sigue la resistencia a escondidas contra las monarquías marroquí y jordana, que quieren salvar sus privilegios con la ayuda de los petrodólares saudíes.
La situación varía país por país, pero existe una marcada tendencia que está llevando a una mayor libertad y democracia en los países árabes, incluso en aquellos donde han ganado fuerzas islamistas. Este proceso ha ido más lejos en los países en que las revueltas tuvieron más éxito en derrocar el régimen: Túnez y Egipto.
Además de en estas repúblicas árabes, se han celebrado manifestaciones en Marruecos, Jordania y Arabia Saudí, más modestamente en Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, a pesar de la brutal represión del levantamiento principal, el de Bahrein.
En Túnez, país pionero de la primavera árabe, el presidente Ben Alí, huyó del país el 14 de enero de 2011, y fue juzgado en ausencia el 20 de junio. El pasado 23 de octubre se celebraron elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente, que ganó el movimiento islamista Al Nahda, llegando a un acuerdo para formar gobierno con dos partidos de izquierda, el Congreso para la República (CPR) y el partido Ettakatol (socialdemócrata).
Los egipcios están viviendo en la estela de una revolución caótica y desorganizada, cuyos primeros frutos los han recogido los Hermanos Musulmanes, que pese a su escasa participación en las protestas, salieron vencedores en la primera fase de las elecciones legislativas. El ejército en el poder parece querer únicamente un cambio de fachada y aparentemente no interviene, pero los servicios de inteligencia se mantienen activos por debajo del foco de atención. Algunas conquistas como el derecho a la huelga y mayores cotas de libertad de expresión, opinión y manifestación son un hecho innegable.
En Yemen, el que fuera durante 33 años presidente, Ali Abdalá Saleh, ha abandonado el país el pasado 21 de enero de 2012 para refugiarse en EE UU, pero eso no significa que haya perdido todo el poder. El próximo 21 de febrero se celebran elecciones y el partido de Saleh piensa presentarse con la intención de ganarlas, con el riesgo de sumergir al país en una situación similar a la de Somalia, donde reina el caos y el Estado se desintegra.
El secuestro de la revuelta en Libia y las deserciones de políticos de la élite del gobierno de Gadafi para pasarse al bando de los “rebeldes” no sólo pone más que una sombra de sospecha sobre quienes dirigieron el levantamiento en Libia, sino también sobre las potencias occidentales que fueron las principales aliadas de Gadafi en la última década hasta su reciente deserción. Libia sigue siendo un punto de inflamación, pues ya se ha organizado la resistencia al CNT e incluso en algunas zonas continúan los combates.
En Bahrein, la mayoría chiíta comenzó una revuelta para demandar mayores derechos por parte de la monarquía sunita aliada con Occidente, y vivió su “contrarrevolución” después de la represión de las protestas en febrero y marzo de 2011 por una fuerza combinada de mercenarios enviados por los países del Consejo de Cooperación del Golfo liderada por Arabia Saudí. Sin embargo, en la actualidad las revueltas se han reactivado, con frecuentes enfrentamientos. Tanto que EE UU evacuó el pasado 23 de enero de 2012 a su personal de la Embajada ante las multitudinarias protestas contra el gobierno. En Bahrein está la base de la Quinta Flota Naval de Estados Unidos.
Incluso a los países de la línea dura como Qatar y Arabia Saudí han llegado las protestas y apartándose de la tendencia hacia una mayor apertura, han reaccionado a las revueltas con medidas enérgicas, cortando el flujo de comunicación en Internet y con una violenta represión contra los manifestantes y activistas de las protestas.
También la represión y restricciones siguen siendo muy fuertes en Marruecos, que celebró un referéndum sobre cambios constitucionales, pero donde siguen las protestas después de que ganaran las elecciones los islamistas que gobernarán en alianza con los socialistas y postcomunistas.
En Argelia y Jordania la situación es similar, continúa la represión aunque se han hecho concesiones, refuerzan el control sobre el ejército, incrementan la presión en las calles para no perder su control, asustan a las minorías y compran a los sectores que protestan.
Las rebeliones árabes dejaron estupefactos a los países occidentales que no supieron cómo reaccionar ante las primeras sublevaciones. Ahora ya lo saben: intervenir para sofocar la revuelta y poner a un gobierno que garantice la protección de sus intereses.
La situación en los países árabes de hoy se caracteriza tanto por la contrarrevolución patrocinada por el régimen saudí y Estados Unidos como por las sublevaciones de los pueblos árabes contra los regímenes dictatoriales patrocinados por Estados Unidos.
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