Él fue siempre uno de los nuestros, el poeta que alimentó nuestras ansias de amor y de revolución, un ejemplo de cómo resistir ante todas las ingratitudes que conlleva ser como somos, siempre sin perder la sonrisa, con esa ternura revolucionaria, sin atisbo de resentimiento o acritud en su carácter.
El joven Mario tuvo que trabajar desde muy pronto por los problemas económicos de su familia y enseguida comenzó a escribir poemas y cuentos. En esos primeros años trabajó en la empresa de repuestos para automóviles haciendo de taquígrafo, cajero, contable y vendedor, hasta que se fue a Buenos Aires, en donde, con un escaso salario, se empleó en una editorial, conoció la pobreza y se convirtió en un lector compulsivo.
La experiencia del mundo del trabajo le volvió más inconformista e hizo que se convirtiera en un crítico de la sociedad y la forma de vida pequeño burguesa. Esto fue determinante en su obra literaria de esos años, cargada de realismo y crítica social, repleta de personajes cotidianos, y caracterizada por una obsesión casi patológica con el burocratismo.
Benedetti, ya en Montevideo y siendo funcionario, empezó a trabajar en 1945 como redactor de ”Marcha”, el semanario político y cultural más destacado del Uruguay por su línea independiente y crítica con el gobierno.
Comienza una etapa fundamental en la vida del poeta en cuyos escritos, apunta un compromiso, a su modo, con las ideas de la izquierda.Mario se casó en, 1946, con Luz López Alegre, a la que conocía desde que eran niños. Este hecho lo definiría como el momento más importante de su existencia, porque como dijo “casarse con alguien que lleva la luz y la alegría en su nombre parece una buena inversión”. Ambos mantuvieron una relación afectiva muy intensa hasta el último día de ella. Después de su muerte en 2006, Benedetti ya no fue el mismo.
A partir de esos años Mario escribe mucho, cuentos, relatos, novelas, aunque su relevancia como poeta la encontrará definitivamente con “Poemas de la oficina” (1956) con el que obtiene un éxito rotundo.
Como intelectual comprometido y curioso del saber, Benedetti viajó mucho. Visitó los Estados Unidos en 1959, no querían dejarlo entrar por haber publicado poemas y artículos en periódicos de izquierda. Además tuvo que firmar entre otras cosas que no iba a matar al presidente de los Estados Unidos, aunque como recordó Mario a la hora de firmar, todos los presidentes norteamericanos fueron matados por norteamericanos. Ese viaje a EEUU fue suficiente, declaró, para hacerse anti imperialista.
Pero sería otro acontecimiento de ese mismo 1959, la Revolución Cubana, el que marcaría a Mario Benedetti, “fue un sacudón que nos cambió todos los esquemas y que transformó en verosímil lo que hasta entonces había sido fantástico.
Hizo que los intelectuales buscaran dentro de su propia área vital, motivaciones, temas y hasta razones para la militancia”.
La Revolución Cubana actuaría de revulsivo de su participación política y a partir de entonces vivirá una etapa de actividad frenética: periodismo, literatura, política. Liderará el Movimiento de independientes 26 de Marzo, una agrupación política que pasó a formar parte de la coalición de izquierdas Frente Amplio.
Benedetti fue representante del Mov. 26 de Marzo en la Mesa Ejecutiva del Frente Amplio desde 1971 a 1973, sin embargo, esta alternativa se vio frustrada por la fuerza, por el golpe militar de junio de 1973 que lo empujaría al exilio, primero en Argentina después Perú y Cuba, para acabar en Madrid en 1976.
La intensidad de su andadura vital unida a su especial sensibilidad preñará toda su obra. La filosofía de la alegría, su compromiso político de izquierda, su ternura revolucionaria, el amor, la libertad, fueron las ideas que la inspiraron.Su poesía, rebosante de amor y sabiduría, de optimismo y vitalidad, de cercanía y sencillez.
Todo esto le hizo merecedor de numerosos premios, entre los que se incluyen el Jristo Botev de Bulgaria, Premio Llama de Oro de Amnistía Internacional, el Premio Morosoli (por el gran escritor comunista) de Plata de Literatura, el Premio de Poesía Iberoamericana en 1999, el Premio Iberoamericano José Martí en 2001, Doctor honoris causa por las universidades de Alicante, la de Valladolid y la de La Habana.
Algunos le han reprochado su escaso intelectualismo, su no crear desde ese espacio que llaman “la esencia de la poesía” y no llegar a ser suficientemente poético. Este reproche esconde una crítica o, siendo más malévolos, simple envidia por su capacidad de acercarse a la gente, con anhelos, miedos, deseos, alegrías, y tristezas reales.
Nuestro poeta siempre estuvo del lado de los de abajo, de los derrotados, de los perdedores, desde la generosidad, la cercanía, la calidez y sin un gramo de esa vanidad de tantos creadores e intelectuales occidentales. Es otra lección más que debemos aprender desde el otro lado del Atlántico: ser lo que cada uno es sin alardes, con naturalidad y con generosidad.