Estimado Sr. Felipe de Borbón,
Hace unos días usted ha cumplido 44 años por lo que me permito dirigirle esta carta pública por el día de su cumpleaños y aprovecho la misma para felicitarle. Usted se ha declarado aspirante a jefe del Estado y de las fuerzas armadas. No seré yo quien le niegue entre las españolas y los españoles su legitimidad a la hora de aspirar a llegar a la jefatura del estado español, ni a usted, ni a ningún otro candidato o candidata, como es lógico.
Nuestros padres realizaron muchas concesiones y pasaron muchos sufrimientos con el objetivo común de abandonar definitivamente una etapa de la historia española, gris y dolorosa, la dictadura franquista. Ellos, trabajaron por abandonar esa etapa, a nosotros, nos queda trabajar porque el abandono de esa etapa sea definitivo.
A ese proyecto lo definieron como la reconciliación nacional, así lo decidieron y así se ha respetado. La oligarquia de entonces se mantuvo en el poder aunque renunció al monopolio absoluto y violento del poder, es decir a asesinarnos y meternos en la calcel por nuestras ideas, y el sistema política se trasmutó en democracia representativa y monárquica parlamentaria.
En mi opinión, lo que nuestros padres llamaron transición es una obra inacabada y que corresponde a nuestra generación. No sé si compartirá esta opinión, pero usted sabrá que algo queda por hacer, cuando siendo adolescente le costaba entender por qué no podían ser alguna de sus hermanas mayores las que cargaran con la pesada tarea de ser jefas de estado.
Mientras yo no tenga el derecho efectivo de ser también aspirante, a ser elegido como jefe del estado, estoy obligado a considerar que la transición esta por cerrar. Nuestros padres dejaron para mañana la consulta popular sobre la República, sobre la elegibilidad de la jefatura del estado y las garantías de los derechos sociales, para todos y todas sin excepciones.
Le pido su apoyo para mi legitima aspiración, se que usted podría ayudarme, su formación y su influencia entre muchos españoles haría que muchos más me escucharan.
Tengo presente, que ninguno de los dos, hemos elegido con libertad nuestro destino, hemos heredamos compromisos de otros, tomados en otras circunstancias y con muchas tareas pendientes por hacer. Además, se nos exige estar a la altura de las nuevas circunstancias.
El tren de la historia, lleva más de treinta años esperando un empujón para llegar a la estación de la libertad, de la igualdad y la fraternidad solidaria, entre todas las personas y todos los pueblos que conviven en España. Algunos, un tanto ambiciosamente, lo llaman la segunda transición.
Usted goza de todos los derechos. Considero que en lo que a usted se refiere la transición cumplió su objetivo, es por ello que entiendo que la transición para usted sea una cuestión del pasado, pero no para muchos españoles y españolas.
Somos muchos, los que aspiramos a que el Estado garantice los derechos constitucionales y estoy segura que usted compartirá conmigo que deben extenderse esos derechos de forma plena a toda la ciudadanía: vivienda, trabajo, educación, sanidad de calidad, democracia participativa, respeto a la libre decisión, a un planeta ecológicamente sostenible y donde la paz sea un medio y un fin.
No obstante, no puedo ocultarle que me gustaría debatir con usted, alguno de los derechos constitucionales que disfruta en exclusividad, me refiero por ejemplo, al derecho constitucional para su persona de estar por encima de la ley.
Somos ya más de la mitad los españoles que no votamos la Constitución, no teníamos capacidad de votar y muchos ni uso de razón, incluso ni habían nacido. Tenemos derecho por lo tanto a opinar sobre como dar por finalizada la obra inacabada, conocida como transición.
Es importante, que temas tan transcendentes como los que nos ocupan, los tratemos de forma seria, por eso le planteo si usted estaría dispuesto a apoyar un referéndum para que los españoles podamos decidir el modelo de estado, podamos decidir entre elección o sucesión, podamos elegir, en definitiva, entre Monarquía o República. Perdone mi osadía, pero tenía que decirselo.
Atentamente,
David Arrabalí Campos
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