Respondiendo al durísimo “hachazo” de Rajoy, fiel cumplidor del Memorandum del “rescate bancario” impuesto por la troika, pudimos ver el pasado 19 de julio una movilización ciudadana con un grado de pluralidad social y política inédito en la historia reciente. Una jornada que había estado precedida por la solidaria acogida a la Marcha por la dignidad de las gentes de las comarcas mineras en Madrid y por las primeras respuestas en la calle durante la misma tarde del 12 de julio en que se aprobó el “recortazo” por el Consejo de Ministros, reforzando así el clima social de creciente indignación que, como muestran las encuestas publicadas por El Mundo y El País, cuenta con un respaldo entre un 76 y un 82 % de la ciudadanía. Se abre así una nueva fase de protestas en medio de una crisis sistémica y de régimen –ahora acentuada en las CC AA, con el primer “rescate” valenciano- y en vísperas de lo que podría ser el “rescate total” del Estado español para convertirlo definitivamente en un protectorado más de la troika junto con, probablemente, Italia. Pero ni siquiera esta brutal política del “shock” sirve para “calmar a los mercados”, ya que no hace más que acercar a la economía española a una profunda depresión económica cuya salida queda cada vez más lejana.
Entramos, por tanto, aceleradamente en una situación práctica similar a la griega, provocada por la lógica perversa del muy injusto pago de la deuda privada generada por la burbuja financiero-inmobiliaria a costa de la gran mayoría de la población. Esa “socialización de las pérdidas” es aplicada además por un gobierno que está haciendo todo lo contrario de lo que prometió en las elecciones, multiplicándose así la percepción de fraude electoral y, con ella, la desafección ciudadana frente a “la política”, asociada convencionalmente con la que hacen “los políticos”, simbolizados esta vez en el viejo caciquismo insultante del que sin vergüenza alguna se enorgullecen Andrea Fabra y su saga familiar corrupta. No es difícil ver en casos como éste una nueva demostración de las llamativas semejanzas que con la crisis de la primera Restauración borbónica tiene la que estamos viviendo ahora.
La extensión de la protesta a nuevos sectores, especialmente el funcionariado y capas medias en general, constituye un enorme dato esperanzador para la progresiva conformación de un amplio bloque social de rechazo a los recortes, facilitado también por la convergencia unitaria que se dio en el plano sindical en la mayor parte de los territorios y por la implicación en el mismo de movimientos como el 15M y las diversas “mareas”.
Con todo, no cabe menospreciar la gran diversidad –social, política y simbólica- existente dentro de ese bloque y la necesidad, por tanto, de que vaya dotándose de objetivos comunes como la derogación de todos los recortes, el rechazo al Memorandum de la UE, el No pago de la deuda ilegítima, la exigencia de una Banca Pública bajo control social, la urgencia de una Reforma Fiscal Progresiva, la defensa de servicios públicos de calidad o un Ingreso Universal Garantizado. Unas demandas que deberían encabezar la Huelga General a promover en septiembre1 con tal de que sea concebida no como una mera celebración de un día sino como el inicio de una movilización sostenida y encadenada por sectores y con una dimensión social y territorial muy superior a la que tuvo la del pasado 29 de marzo. Una “rebelión permanente” que ha de tener en el rechazo a las leyes injustas la suficiente justificación ética para intentar bloquear su aplicación práctica, como se empieza a hacer ya en la sanidad y en la universidad, así como para innovar y extender las más diversas formas de desobediencia civil y de resistencia no violenta activa frente a las mismas, buscando a la vez la mayor solidaridad posible con las personas represaliadas.
En torno a esos objetivos y mediante un repertorio de acciones de protesta cada vez más innovador cabe confiar en que se pueda avanzar en la confrontación no solo con este gobierno sino también con el verdadero “soberano extraestatal” representado por la troika y los principales “lobbies” financieros transnacionales. En ese proceso la exigencia de un referéndum sobre los recortes aprobados, propuesta por CC OO, UGT, IU y otras organizaciones sociales, podría ser útil para denunciar la ilegitimidad de las medidas aprobadas pero siempre que no apareciera como alternativa a la Huelga General sostenida. Al contrario, tras la experiencia de Grecia sabemos de sobra que esa demanda no va a ser aceptada por Rajoy y la Troika y, por tanto, si se quiere tomar en serio debería empezar a ser preparada desde abajo para convertirla en una jornada de democracia participativa y de masas como ocurrió a escala menor en la Consulta Social por la Abolición de la Deuda Externa en marzo de 2000 o, más recientemente, en la organizada por la Plataforma contra la privatización del agua en Madrid. Quizás esa campaña podría confluir también con la que desde algunas redes sociales se está promoviendo a partir del 25 de septiembre a favor de un nuevo “proceso constituyente”. Objetivo éste muy ambicioso sin duda de reivindicación de la soberanía de los pueblos del Estado español pero que puede ayudar a denunciar la etapa posdemocrática en la que definitivamente estamos entrando.
No podemos ignorar, sin embargo, que en este nuevo recorrido es innegable la existencia de distintos proyectos en liza respecto al devenir del bloque social en formación que sin duda hay que construir unitariamente frente a los enemigos tan poderosos con los que nos enfrentamos en este momento histórico. Aun arriesgándome a la simplificación, me atrevería destacar tres. Uno es el que encabezan las direcciones de los sindicatos mayoritarios, orientado fundamentalmente a buscar la configuración de plataformas unitarias que se limitarían a retrotraernos a un escenario anterior al “hachazo” reciente, proponiendo el retorno a la “concertación social” alrededor de un “modelo de crecimiento” que no sólo nos llevaría de nuevo a una errónea política del “mal menor” sino que ignoraría dimensiones fundamentales de la crisis como la ecológica o la de los cuidados.
Otro proyecto, más confuso pero muy real, es el que puede desprenderse de los sectores más corporativos o despolitizados, centrado en la “antipolítica”, asociándola exclusivamente a la “clase política”, obviando el carácter sistémico de la crisis y negando la posibilidad de otra política y otra forma de hacerla, así como de otro modelo de relación entre los pueblos del Estado español alternativo tanto a las limitaciones del Estado autonómico actual como a la recentralización que pretende Rajoy. Si bien no cabe atribuir ese discurso a fuerzas hoy con peso real –aunque sin duda UPyD se esforzará por atraer a esos sectores-, es evidente que a la vista del grado de desafección institucional creciente y de la debilidad de la izquierda es de temer que esta corriente de opinión conozca una notable audiencia en los próximos tiempos2.
Finalmente, si dejamos al margen los procesos específicos que se dan en Euskal Herria, Catalunya y Galiza, existe otro proyecto posible dentro de ese bloque social plural. Me refiero al que procede de sectores críticos dentro de IU respecto a la política institucional y de gobierno que desarrolla esta formación en ámbitos como el andaluz o el madrileño, así como a colectivos políticos y sociales activamente presentes en movimientos como el 15M o las “mareas”. Quizás a través de la convergencia en el trabajo y en la reflexión en común se podría empezar a conformar desde esas redes y de la forma más participativa posible un frente político-social de izquierdas capaz de responder a una demanda que ha ido surgiendo con mayor eco a partir sobre todo de la experiencia de Syriza en Grecia: la necesidad de otra izquierda que, con otra política y otra forma de hacerla, sea capaz de ir construyendo una contrahegemonía alternativa desde el bloque social en formación.
Esta referencia a Grecia, amenazada cotidianamente por la Troika con dejarla caer si no acepta sus políticas y sus ritmos, no es gratuita, ya que no solo nuestra situación tiende a parecerse a la suya sino que la alianza al menos entre los pueblos del Sur de Europa es cada vez más urgente para romper con el corsé totalitario que se nos quiere imponer. Un encuentro reciente de izquierdas europeas promovido por Syriza parece ir por ese camino y cabe confiar en que ayude a avanzar po ese camino porque, no lo olvidemos, el tiempo juega en contra nuestra. ¿Serán los sindicatos de la CES capaces también de responder a la brutal ofensiva en marcha promoviendo una movilización general sostenida a escala europea en el otoño que viene?
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