Crisis económica, corrupción y crispación política
La alargada sombra de la corrupción
David Arrabalí (Mundo Obrero)
Que la política española es una ciénaga en estos momentos es una obviedad. Este gobierno, muy debilitado, lleva meses capeando el temporal de la crisis como puede, da bandazos a izquierda y derecha para mantenerse, ataca y se defiende con los casos de corrupción que emergen con fuerza.
Por otro lado, el principal partido de la oposición ha apostado por una estrategia de confrontación, restaurándose en la política nacional una dinámica de descalificaciones que recuerda otros tiempos, y que necesariamente conduce a la crispación política y social.
Esta estrategia de crispación se está aplicando a los casos de corrupción política que se investigan en los tribunales y que afectan principalmente a políticos del PP, pero en muchos casos también al PSOE.
La corrupción se relaciona, en general, con el mal uso del poder político con el fin de conseguir un beneficio o ventaja ilegítima, generalmente secreta y privada. También, se identifica como corrupto todo comportamiento que, de convertirse en conocimiento público, conduciría a un escándalo.
Pero entonces, ¿a que se debe que políticos que han sido imputados o encancelados por casos de corrupción hayan obtenido mayorías absolutas o gocen, según las encuestas, de un extraordinario apoyo popular en su pueblo o comunidad?.
Sencillamente, se debe a que la corrupción no está considerada como lo que es, una lacra social, si no que, más bien, incluso está bien vista y considerada como algo normal. La cultura política del pelotazo en los últimos doce años de extraordinario crecimiento especulativo ha conllevado un ansia de enriquecimiento personal desenfrenado de la que las clases populares se han contagiado intensamente.
Todos conocemos historias de hombres sin escrúpulos pero con mucha ambición, a los que la sociedad corrupta en que vivimos ha encumbrado como grandes empresarios y hombres modelo del sistema. En este sentido, como símbolo del fenómeno de corrupción que nos ha asolado y nos asola aún, podemos poner a Francisco Hernando, más conocido como Paco El Pocero.
La pasión del dinero es una pasión fortísima, que arrastra a la gente desde siempre, pero que siempre aparece asociada al modelo de crecimiento capitalista. Los años del desarrollismo franquista son un claro ejemplo de como las estructuras de poder desarrollan una enorme corrupción en el proceso de expansión capitalista. También, durante la democracia, el felipismo fue una trama de poder que interconectó a los grupos económicos con las estructuras políticas institucionales y partidarias.
De una u otra forma, desde el gobierno o la oposición, esas estructuras y redes de influencia se siguen manteniendo; sin ellas nunca hubiera sido posible la decisiva influencia de determinados grupos de comunicación o la corrupción generalizada que ahora está emergiendo y de la que por el momento tan sólo se está viendo la punta de iceberg.
Manuel Monereo, ha señalado recientemente, en un artículo publicado en Rebelión, que el patrón o modelo de crecimiento español en estos doce últimos años ha sido posible y se ha mantenido por la complicidad de las fuerzas políticas mayoritarias, con los grupos de poder financiero-inmobiliarios.
Han sido el gobierno central, las Autonomías y las instituciones locales los que han hecho la vista gorda ante los desastres urbanísticos, han seguido desregulando y privatizando, a cambio de (ésta es su mejor cara) conseguir ingresos para sus menguadas arcas, financiación extra para las cada vez más costosas campañas electorales, cuando no corrupción directa de personas que se han enriquecido ante la pasividad, o el abierto apoyo, de una opinión pública que asocia como normal la corrupción y la política.
Tarde o temprano, según Monereo, esta enorme y sistemática corrupción, emergerá. Se tiene la sensación de que el conflicto entre las grandes formaciones políticas está relacionado con la ruptura de un pacto no escrito que consiste en tapar mutuamente las corrupciones y situarlas al margen del debate político. En el fondo, hay que insistir en el enorme poder político de la oligarquía financiero inmobiliaria y mediática para controlar la agenda del gobierno e imponer sus alternativas.
Hay que empezar a preguntarse si esta corrupción generalizada semioculta que sólo parcialmente nos facilitan los medios de comunicación no está inserta en el corazón de nuestra propia sociedad, si no se trata de un cáncer moral perfectamente arraigado entre nosotros. Un cáncer cuyo origen tal vez se halle en el mismo origen de la etapa democrática: no hubo ruptura, sino reforma, con ello se arrastraron todos los vicios y hábitos imperantes en el tardofranquismo.
En la situación actual, como hemos dicho al principio, caracterizada por la estrategia de la corrupción que está utilizando el PSOE y por una estrategia basada en la crispación empleada por los dirigentes del PP, cabría preguntarse el por qué de ambas estrategias, cual puede ser el resultado para los partidos mayoritarios y cómo esto puede influir en otras fuerzas políticas como Izquierda Unida.
Parece claro que las razones y motivaciones de ambos son electorales, el PSOE aspira a mantenerse en el poder en unas circunstancias muy adversas para alcanzar ese objetivo; mientras el PP espera ganar las elecciones y acceder al poder por el desgaste del partido del gobierno y mediante la crispación política con la que espera la movilización de todos sus votantes potenciales.
La primera consecuencia de estas estrategias ya la hemos apuntado, se ha abierto la caja de los truenos, rompiéndose un pacto no escrito de los dos partidos mayoritarios que consistía en taparse las corrupciones de ambos partidos y situarlas al margen del debate político.
Respecto a cual puede ser el resultado, la estrategia de la crispación consolida el voto fiel del PP pero parece que le impide ganar votos moderados. Y es en esa franja del electorado moderado que han votado alguna vez al PP donde pueden estar los votos que dan la victoria electoral. Por otro lado, esta estrategia de la crispación ya se practicó en la legislatura pasada y fracasó, pero entonces no se sentía la crisis económica. La estrategia de la corrupción que emplea el PSOE contra el PP es una estrategia defensiva, que, aunque parece puede dar resultado, quizá este no sea suficiente para parar la sangría de votos y poder conservar así el poder.
En cualquier caso, ganará la abstención, y también puede que con estas estrategias pierdan tanto el PSOE del gobierno, como el PP en la oposición. La incógnita es si Izquierda Unida, como una fuerza diferenciada (nos interesa) de la izquierda transformadora aprovechará esta coyuntura para recuperar la influencia política y social que ha perdido en los últimos años.
Esperemos vencer a la derecha sonriente. Lo único que puede salvar a IU y diferenciarla realmente, es la ética frente a la estética, los valores frente a la confrontación falsa, hueca y gratuita cuando no se tienen argumentos políticos reales que diferencie a PP y PSOE. En definitiva, la Política con mayúsculas, entendida como ética de lo colectivo. Cuando quieren, y parece muchas veces que han conseguido, desprestigiar la política, nosotros tenemos que seguir defendiéndola, y practicándola, como ese espacio de servicio público donde se construye, entre todos construimos, lo colectivo, lo que a todos nos incumbe y nos afecta.
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