29 de febrero de 2008

Asia Central y Oriente Próximo

La batalla decisiva por la hegemonía del poder mundial

Por David Arrabalí

La situación política mundial cambió radicalmente tras el fin de la era bipolar marcada por el enfrentamiento entre la Unión Soviética y Estados Unidos por el «triunfo» de este último en la guerra fría, estos hechos significaron cambios importantes en la correlación de fuerzas de las potencias hegemónicas que desencadenaron una mayor complejidad del escenario internacional y con gran furia se desató una importante ofensiva neoliberal.

En este nuevo orden capitalista, el poder mundial es más difuso y repartido entre estados imperialistas y grandes corporaciones privadas, que colaboran a la vez que compiten para definir las reglas del juego de la globalización. Todos ellos tienen un interés estratégico común en tanto transcurre una lucha de clases mundial, pero al mismo tiempo son rivales de todos los otros en la lucha por la conquista de los mercados y por la hegemonía mundial.

Tras el «triunfo» del nuevo orden capitalista, los Estados Unidos estaban preparados para ostentar el carácter de centro hegemónico mundial, sin embargo, los cambios económicos reflejaron la declinación del poder relativo norteamericano en la economía mundial por lo que la potencia imperialista continuó su política expansionista basada en el poderío militar que culminó más recientemente bajo la formulación de la «guerra global contra el terrorismo», una guerra por la hegemonía económica en el equilibrio del poder mundial y por la permanencia de los intereses nacionales estadounidenses.

La estrategia estadounidense para manejar la pérdida de hegemonía, se ha centrado en asegurar el control de regiones geoestratégicas para la expansión territorial de sus mercados y el acceso a los recursos naturales ante la incertidumbre del futuro, creando un ambiente internacional favorable para responder a la amenaza de crisis y reforzar su dominación hegemónica y su capacidad de influencia sobre las decisiones de los otros actores capitalistas.

Las guerras que se están llevando a cabo bajo el enfoque de la «guerra global contra el terrorismo» han permitido a la administración estadounidense tomar ventaja como potencia hegemónica en el poder mundial para hacer frente a su retroceso, son guerras para rediseñar el mapa del mundo, como las de Afganistán e Iraq, otorgando a los pueblos distintos grados de soberanía, dependencia o dominación.

El escenario principal de la guerra, donde se libra una batalla decisiva por la hegemonía del poder mundial, es el Asia Central, a las puertas de Rusia y China. Donde Estados Unidos interviene invadiendo países o a través de instrumentos políticos y militares, manejando «el guante de terciopelo que oculta el puño de hierro», estableciendo alianzas para dividir, rodear y contener a todas las potencias regionales competidoras dentro de la estructura del poder mundial.

Estas potencias regionales, principalmente Rusia y China, junto con India, Irán y Corea del Norte, tienen un papel protagonista en su región. Tienen armas nucleares y rivalizarán entre sí, especialmente si comparten fronteras. Pero también dichas potencias manifiestan claramente una resistencia a la lucha por la hegemonía por parte de los Estados Unidos. Si no una alianza, existe, pues, una resistencia geoestratégica frente a la amplia definición que la administración norteamericana hace de su papel en el mundo.

De esta forma Asia Central parece recuperar un rol central en el sistema del equilibrio mundial, si este área cayera en manos de los Estados Unidos, el mundo podría tomar otro rumbo. La teoría (Teoría del Heartland) establece que quien controle esa zona tendría una mayor ventaja frente a las demás potencias, por su situación estratégica en el paso natural entre el extremo oriente hacia el occidente de Europa y por la explotación de los recursos del área. Según esta teoría, la nación que lograra conquistarla se transformaría en la gran superpotencia mundial.

La hoja de ruta militar estadounidense parece estar dirigida a obtener una entrada en Asia Central a través del Próximo Oriente. Este escenario geopolítico se corresponde con áreas en conflicto de Afganistán y Pakistán, que lejos de estabilizarse se complican cada vez más. Si en Afganistán la cadena de conflictos y el repunte de fuerza de «los señores de la guerra» señalaban un empeoramiento de la situación y el agravamiento de la guerra, ahora la progresiva desestabilización de Pakistán ha colocado la zona en el centro de la estrategia político-militar de los Estados Unidos.

Por último, es importante señalar que para alcanzar sus objetivos imperialistas, los Estados Unidos, además de intervenir en el Asia Central, debe controlar las zonas de contacto con sus competidores y balcanizar las regiones que bordean a la zona central de forma que se pueda contener a Rusia y China, rodeando también a Irán y a la India.

En este sentido, Oriente Próximo es una zona estratégica para el imperialismo estadounidense, ya que es la principal región productora de petróleo, así como por la relevancia geopolítica que se ha explicado, por lo que el gobierno de Estados Unidos buscara también una recomposición del mapa político en esta región que le beneficie en el futuro para seguir controlando bajo sus intereses este espacio del mundo.

Esta guerra global es el eje central de la política estadounidense para reforzar su dominación hegemónica del mundo, está diseñada y planificada incluso desde antes de que se identificara con el fenómeno del terrorismo islámico, sólo hay que recordar algunos hechos históricos como la primera guerra del golfo y que, por ejemplo, la administración «demócrata» de Bill Clinton bombardeó Afganistán antes de los atentados del 11 de septiembre. Es una guerra por la hegemonía del poder mundial, contra la capacidad de los pueblos para decidir sus destinos, contra la rebeldía, contra la humanidad.

Encuesta realizada por Sigma Dos

Los españoles que no votan ni al PP ni al PSOE están más satisfechos sexualmente

Los españoles que no votan ni al Partido Popular ni al Partido Socialista y los que se declaran agnósticos y no practicantes son los que más disfrutan de sus relaciones sexuales. Así se desprende de los resultados de una encuesta realizada por Sigma Dos, presentados en rueda de prensa por Miguel Ángel Cueto, presidente del X Congreso Español de Sexología que se celebrará en León el próximo mes de abril

Según expusieron Cueto y Miren Larrazábal, presidenta del Comité Científico de este congreso, los hombres que votan a partidos distintos del PP y el PSOE obtienen mucho placer en las relaciones sexuales (42%), frente al 31% de los que votan al PSOE y un 29% de los que votan al PP. En las mujeres se iguala esa proporción: un 33% de las que votan al PP afirman obtener "mucho placer" en las relaciones sexuales, frente al 28% de las que se decantan por el PSOE. "Las mujeres no nos podemos ir a la izquierda para estar satisfechas", bromeó Larrazabal.

El 89% de los agnósticos, muy satisfechos

Otro "dato interesante" para estos expertos es que los hombres agnósticos y no practicantes disfrutan mucho de sus relaciones sexuales (89%), frente a los practicantes (29%). En las mujeres es mayor la tasa de satisfacción entre las no practicantes (35%), y se iguala entre practicantes y agnósticas (27%).

Salud sexual

El X Congreso Español de Sexología reunirá a más de 500 expertos en León del 17 al 20 de abril de este año, para abordar problemas relativos a la sexualidad desde diferentes perspectivas. La transexualidad o la violencia de género serán algunas de ellas. Además, se ofrecerán datos sobre la salud sexual de los españoles. Para la sexóloga Miren Larrazábal, "sigue siendo inaceptable que más de un 40% de las personas que tienen problemas sexuales no acudan al sexólogo". Ellas son las que más acuden a la consulta para este tipo de problemas.

A los "tabúes" que, según estos expertos, "aún existen para pedir ayuda", se suma el hecho de que sólo el 6% de los médicos de Atención Primaria de este país preguntan a sus pacientes sobre salud sexual. Pese a que un 86% de la población está bastante o muy satisfecha con su vida sexual, aún existen dos millones de hombres que padecen problemas de disfunción eréctil, la mitad de las mujeres sufren anorgasmia y un 30% de ellas, dolor coital.

11 de febrero de 2008

Estados Unidos y Musharraf cocinan juntos el futuro del país

Las elecciones generales en Pakistán inician su recta final sin ninguna garantía democrática

Por David Arrabalí

El 18 de febrero se celebrarán en Pakistán las elecciones generales, aplazadas tras el asesinato de Benazir Bhutto, donde se elegirán los miembros de la Asamblea Nacional (Parlamento), del Senado y de las asambleas provinciales. Estos decidirán a través un complejo sistema quién es el próximo presidente (designado de forma indirecta) y el primer ministro que conformará el gobierno.

Después de los últimos acontecimientos y por la intensa actividad diplomática del actual presidente, el general Musharraf, es seguro que los comicios van a celebrarse, como era de esperar, con unas nulas garantías democráticas. Algunas fuerzas políticas islamistas y de izquierda, a pocos días de las mismas, piensan incluso que las elecciones pueden no celebrarse o volver a retrasarse con alguna excusa para ser manipuladas como ocurrió en las elecciones anteriores y en el referéndum fraudulento celebrado en el año 2002.

En cualquier caso, por un lado, la conflictiva situación internacional en el contexto de la «guerra global contra el terrorismo» parece dar ventaja al general Musharraf que pretende mantenerse como jefe del Estado y de las fuerzas armadas, pero, por otro, la presión de la administración estadounidense para revestir de apariencia democrática el régimen militar y la escasa popularidad del dictador, le obliga a hacer alianzas y pactos con las fuerzas políticas tradicionales dirigidas por la oligarquía empresarial y terrateniente del país, siempre que estas no cuestionen la alianza estratégica con los Estados Unidos.

La batalla se está librando, fuera de las urnas, entre las principales fuerzas políticas: la Liga Musulmana de Pakistán-Q (PML-Q) y otras fuerzas políticas afines a Musharraf; el Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) abiertamente vinculado a los Estados Unidos, que tras el asesinato de Benazir Bhutto dirige su esposo y su hijo; la coalición de fuerzas del APDM (All Parties Democratic Movement) liderada por el PML-N (Liga Musulmana de Pakistán-Nawaz) del ex primer ministro Nawaz Sharif; además de otras formaciones menores islamistas. La izquierda es prácticamente inexistente tras décadas de régimen militar y no acude a los comicios, salvo en agrupaciones provinciales con fuerza en el ámbito regional. El Partido Comunista de Pakistán (PCP) se dividió en 2002 en dos tendencias, una dirigida por Maula Bux Khaskheli y de la escisión del grupo liderado por Thaheem Khadim.

Musharraf había negociado con Benazir Bhutto un pacto para compartir el gobierno, bajo la mediación estadounidense, que le confirmaba en el cargo a cambio de ceder la jefatura de gobierno a la líder del Partido Popular de Pakistán (PPP) cuyo partido obtendría la mayoría de los votos. Sin embargo, la muerte de Benazir Bhutto, asesinada por este pacto y por su vinculación abierta con Estados Unidos, plantea un reto de distinta naturaleza para el presidente.

En las condiciones actuales, la Liga Musulmana de Pakistán-Nawaz (PML-N) del ex primer ministro Nawaz Sharif ha ganado fuerza, tanto para liderar la oposición a Musharraf como para participar incluso en un gobierno en cooperación con el ejército representando una nueva alianza entre las elites tradicionales para mantenerse en el poder. En este sentido, la presente situación apunta hacia la continuación de la cohabitación en el poder del ejército con unas fuerzas políticas débiles.

Musharraf saldrá reelegido como presidente y seguirá llevando las riendas del país, lo ha confirmado el vicesecretario de Estado norteamericano, John Negroponte, quien destacó el apoyo de Washington al general y presidente en su «lucha contra el terrorismo». Por su parte, el régimen pakistaní acepta una mayor presencia de Estados Unidos en el país y ayuda a la administración norteamericana en sus objetivos de política exterior, especialmente en la cuestión de Afganistán.

La inestabilidad política de Pakistán fruto de un régimen militar manejado por los Estados Unidos y de las impopulares alianzas globales establecidas con la potencia hegemónica, enfrenta ahora a la elite gobernante con serias decisiones, si tenemos en cuenta que la política estadounidense hacía ese país está diseñada en función de sus intereses regionales, no con objetivos positivos. En cualquier caso, una cosa es clara, la abrumadora mayoría del pueblo pakistaní desaprueba la dictadura y la política exterior del régimen militar de Musharraf.

*David Arrabalí es miembro del Consejo de Redacción de la revista Mundo Obrero y analista político especialista en política internacional.

Las elecciones generales en Pakistán inician su recta final

Las elecciones generales en Pakistán inician su recta final


David Arrabalí

Mundo Obrero

El 18 de febrero se celebrarán en Pakistán las elecciones generales, aplazadas tras el asesinato de Benazir Bhutto, donde se elegirán los miembros de la Asamblea Nacional (Parlamento), del Senado y de las asambleas provinciales. Estos decidirán a través un complejo sistema quién es el próximo presidente (designado de forma indirecta) y el primer ministro que conformará el gobierno.

Después de los últimos acontecimientos y por la intensa actividad diplomática del actual presidente, el general Musharraf, es seguro que los comicios van a celebrarse, como era de esperar, con unas nulas garantías democráticas. Algunas fuerzas políticas islamistas y de izquierda, a pocos días de las mismas, incluso piensan que las elecciones no se celebrarán o volverán a retrasarse para ser manipuladas como ocurrió en las anteriores y en el referéndum fraudulento celebrado en el año 2002.

Hacia el bipartidismo perfecto

La trampa electoral contra la izquierda transformadora

David Arrabalí Campos

El sistema electoral español diseñado en la transición para restar representación al Partido Comunista de España es uno de los menos proporcionales de Europa. Los efectos que se perseguían sobre el sistema de partidos eran establecer un bipartidismo casi perfecto y reducir la capacidad de influencia política de los comunistas en la sociedad.


La reforma del actual sistema no es una demanda nueva. Desde que se aprobó la actual ley electoral el PCE, primero, y luego IU han denunciado su carácter injusto y la necesidad de reformarla. Ahora, como siempre cuando se acercan las elecciones, volvemos a denunciar que somos los principales perjudicados. El PSOE calla mientras algunos sectores de nuestra organización insisten en peligrosas alianzas de ingeniería electoral muy cuestionables. Y el PP interviene en el debate, pese a que es el principal beneficiado por el sesgo conservador de la ley, planteando un sistema mayoritario según ellos para “que gobierne quien gane”.

Lo cierto es que en todas las convocatorias electorales celebradas existe una desproporcionalidad entre el porcentaje de votos y el porcentaje de escaños obtenidos por los partidos, por eso los comunistas podemos decir, desde la razón y con claridad, que el sistema electoral no es justo ya que no refleja de forma proporcional y transparente las preferencias de la sociedad, y podemos denunciar la escasa calidad democrática del sistema político español por este y otros motivos.

La tendencia actual es hacia el bipartidismo “perfecto”, se acentúa aún más por la nueva forma de hacer política impuesta por el neoliberalismo, por la cada vez mayor influencia de poderosos grupos empresariales y por la concentración y manipulación de los medios de comunicación, por la uniformidad de discursos y mensajes en torno a la supuesta polarización política entre PSOE y PP, y por el creciente abstencionismo relacionado sin duda con los procesos de desmovilización social y despolitización general a consecuencia del agotamiento del actual modelo de democracia representativa.

Hacia el bipartidismo perfecto

La trampa electoral contra la izquierda transformadora

David Arrabalí Campos

El sistema electoral español diseñado en la transición para restar representación al Partido Comunista de España es uno de los menos proporcionales de Europa. Los efectos que se perseguían sobre el sistema de partidos eran establecer un bipartidismo casi perfecto y reducir la capacidad de influencia política de los comunistas en la sociedad.


La reforma del actual sistema no es una demanda nueva. Desde que se aprobó la actual ley electoral el PCE, primero, y luego IU han denunciado su carácter injusto y la necesidad de reformarla. Ahora, como siempre cuando se acercan las elecciones, volvemos a denunciar que somos los principales perjudicados. El PSOE calla mientras algunos sectores de nuestra organización insisten en peligrosas alianzas de ingeniería electoral muy cuestionables. Y el PP interviene en el debate, pese a que es el principal beneficiado por el sesgo conservador de la ley, planteando un sistema mayoritario según ellos para “que gobierne quien gane”.

Lo cierto es que en todas las convocatorias electorales celebradas existe una desproporcionalidad entre el porcentaje de votos y el porcentaje de escaños obtenidos por los partidos, por eso los comunistas podemos decir, desde la razón y con claridad, que el sistema electoral no es justo ya que no refleja de forma proporcional y transparente las preferencias de la sociedad, y podemos denunciar la escasa calidad democrática del sistema político español por este y otros motivos.

La tendencia actual es hacia el bipartidismo “perfecto”, se acentúa aún más por la nueva forma de hacer política impuesta por el neoliberalismo, por la cada vez mayor influencia de poderosos grupos empresariales y por la concentración y manipulación de los medios de comunicación, por la uniformidad de discursos y mensajes en torno a la supuesta polarización política entre PSOE y PP, y por el creciente abstencionismo relacionado sin duda con los procesos de desmovilización social y despolitización general a consecuencia del agotamiento del actual modelo de democracia representativa.