25 de enero de 2008

Las dos fridas

Árbol de la esperanza»

Texto y dirección: Laila Ripoll. Escenografía: Arturo Martín Burgos. Vestuario: Almudena R. Huertas. Iluminación: Juan Ripoll. Intérpretes: Amaya Curieses e Irene Curieses. Lugar: Sala Cuarta Pared. Madrid.
JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN
Como en una de las más conocidas obras de Frida Kahlo (1910-1954), la pintora mexicana se desdobla en el escenario de la Cuarta Pared: por un lado es la mujer que agoniza en su lecho-altar acribillada por dolores que la acompañan desde la adolescencia; y por otro, la muerte niña, con trenzas y una máscara tradicional de calavera, puritita fiesta de difuntos. Juntas entonan un adiós a la vida que se prolonga durante una noche, la última, ceremonia de la memoria extraviada, tragos de alcohol a gañote y un carrusel de voces para convocar a los fantasmas de otro tiempo.
Frida adulta recuerda e impreca, Frida niña juega e imagina. Ese viaje de palabras hacia la estación final es una suerte de diccionario geográfico del planeta Frida, un repaso a las estaciones de una peripecia vital y artística que ha adquirido rango de icono decorativo teñido de ideología. Igual que es capaz de trenzar en un viva las advocaciones a Emiliano Zapata, Carlos Marx y Jesucristo, el icono Frida, artista y mujer doliente, amalgama en su seno sincrético pulsiones feministas, folclore y tradición, componentes telúricos, militancia comunista, lo popular y el pálpito sonámbulo del surrealismo: hondura naif.
Todo eso está presente en esta propuesta escénica que Laila Ripoll parece haber concebido como homenaje a una mujer singular, tozuda y torturada, que se empeñó en ser ella misma en una época convulsa y ha acabado trasmutada en carne de emblema con nimbo de sombras. Un montaje sencillo y evocador, con una potente Amaya Curieses y una sugestiva Irene Curieses. Dos Fridas bajo el árbol de la esperanza.

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