XX aniversario de Lenin Dadá, del francés Dominique Noguez
Lenin era un fiestero de vanguardia
Un ensayo asegura que al gran bolchevique le encantaba salir de marcha, tomar copas, y que era un fiestero de vanguardia. Además, habría creado el dadaísmo.
Un año antes de encabezar la Revolución Rusa y destronar al zar Nicolás II, Lenin creó el dadaísmo en un cabaret de Zurich, Suiza. La tesis de que el bolchevique fue uno de los artífices del surgimiento de uno de los movimientos artísticos más importantes del siglo XX, predecesor del surrealismo, aparece en el libro Lenin Dadá, del francés Dominique Noguez, recién traducido al español (Península).
El autor recopiló testimonios y frases para apoyar su tesis: la que sostiene que Tristan Tzara –el padre del dadaísmo– y Lenin fueron cómplices y trabajaron juntos en la fundación de la corriente que propuso el rechazo a toda tradición y la puesta en cuestión absoluta del arte, la poesía y la literatura, contraponiendo un clima libertario de fiesta constante y un elogio de lo absurdo.
En un libro curioso, Noguez incluso asegura conocer un dato en el que los historiadores de arte nunca coinciden: el del origen del término “dadaísmo”. Según el francés, el propio Lenin, que organizaba fiestas con el seudónimo de Señor Dolganeff, una noche de jolgorio y borrachera empezó a gritar “Da, da”, que significa “Sí, sí” en ruso, y ahí inspiró a Tzara para nombrar al naciente movimiento en el que el Lenin exiliado se transformó en artista vanguardista.
Conocido por sus novelas y ensayos provocadores, Noguez asegura que la primera etapa de su trabajo estuvo dedicada a probar que Lenin iba a los cabarets a emborracharse, algo que no le trajo “ningún problema” ya que sus andanzas eran conocidas. A eso se suma que Vladimir Illich Ulianov –tal el verdadero nombre del revolucionario– y su novia vivían en la cuadra del cabaret Voltaire, lugar en el que nació el dadaísmo y del que el ruso parece haber sido habitué. El escritor sostiene con documentación que existió la relación entre Lenin y Tzara –de hecho cita un texto en el que el rumano admite el intercambio– y dice que algunos de los poemas atribuidos al padre del dadaísmo estaban manuscritos por el líder bolchevique.
Sin embargo, Noguez asevera que no se cree la tesis de su propio libro y afirma: “He hecho como ciertos investigadores deshonestos, tontos o delirantes que llevan al límite una tesis que descansa sobre hechos, fechas y documentos auténticos y verificables”.
Salvador Dalí también había vinculado a Lenin con el dadaísmo en su cuadro “Alucinación parcial”, en el que aparecen seis cabezas del ruso sobre un piano.
El libro del francés fue editado por primera vez en 1989, el año en que cayó el Muro de Berlín, y rompió con la imagen de la vida austera que llevaba el bolchevique en su exilio, ya que ahí se muestra que participó de distintas fiestas con varios nombres y máscaras.
Noguez, que define a su texto como un “libro-farsa”, relata las andanzas de Lenin y prueba que éste –perseguido por espías rusos y suizos– fue habitual de las tabernas en cada ciudad europea que visitó. También cuenta que en París junto a un amigo cambiaban las etiquetas de las botellas de champagne para tomar las bebidas más caras por unas pocas monedas.
El libro recoge también los dichos de un pintor que define al líder bolchevique como “muy alegre, muy bueno y muy cochino en el amor”.
La polémica de Noguez genera posturas contrapuestas sobre Lenin. Por un lado, acerca de la veracidad de los contactos entre el autor de El Estado y la revolución y el dadaísmo. Por el otro, sobre si su participación en el movimiento de vanguardia y sus andanzas nocturnas respondían a gustos pequeñoburgueses o a una vocación revolucionaria y antisistémica.